- Tras más de 40 años sin ser vista, la rana arlequín del Monito (Atelopus monohernandezii) reaparece en Santander, encendiendo una nueva esperanza para su conservación.
- La CAS destaca la belleza y fragilidad de dos especies endémicas de ranas en el Día Internacional de la Protección de los Anfibios.
En el Día Internacional de la Protección de los Anfibios, celebrado cada 26 de abril, la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS) se une a esta conmemoración destacando el papel vital de estos seres en los ecosistemas y reafirmando su compromiso con la conservación de dos especies únicas y endémicas de la región: la rana arlequín del Monito (Atelopus monohernandezii) y la rana venenosa de Santander (Andinobates virolinensis).
Indicadores de vida y equilibrio ambiental
Los anfibios desempeñan roles esenciales en los ecosistemas: controlan poblaciones de insectos, sirven de alimento a numerosas especies y son extraordinarios bioindicadores. Su piel permeable los hace altamente sensibles a los contaminantes, al cambio climático y a las alteraciones del hábitat, convirtiéndolos en centinelas naturales del estado de salud de los ecosistemas.
La pérdida de sus poblaciones es una advertencia sobre el deterioro ambiental que nos afecta a todos.
Atelopus monohernandezii: La rana arlequín del Monito, símbolo de esperanza en los Andes de Santander Endémica de Colombia, la Atelopus monohernandezii es una especie de sapo arlequín críticamente amenazada, cuyo último registro confirmado antes de su redescubrimiento databa de hace más de 40 años.
Habita exclusivamente en las inmediaciones del corregimiento de Virolín, en Charalá (Santander), cerca del Santuario de Flora y Fauna Guanentá, y recientemente se ha confirmado su presencia en la Serranía de los Yariguíes, gracias a los esfuerzos de herpetólogos de la UIS.
Este anfibio diurno y de hábitos acuáticos, se caracteriza por una coloración variable: el dorso puede ir del café oscuro al claro, con manchas amarillentas u oliváceas en la cabeza; sus flancos y vientre en las hembras son de tono café rojizo, mientras que los machos presentan manchas claras en la región pectoral.
Su reproducción está ligada a quebradas andinas de aguas limpias, lo que lo hace extremadamente vulnerable a la contaminación y al cambio en el uso del suelo. Fue abundantemente reportado hasta los años 80, cuando una enfermedad infecciosa causada por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, responsable de la quitridiomicosis, diezmó sus poblaciones, sumándose a la presión por deforestación y fragmentación del hábitat. Su reciente hallazgo representa no solo una victoria científica, sino también un llamado urgente a reforzar las acciones de conservación.
Andinobates virolinensis: La rana venenosa de Santander, una joya microscópica y endémica de los Andes La Andinobates virolinensis, también conocida como rana nodriza o rana venenosa de Santander, es una diminuta especie de la familia Dendrobatidae, reconocida por su llamativa coloración: rojo escarlata brillante en la cabeza, brazos y parte anterior del tronco, contrastando con un tono café oscuro con granulaciones rojizas en el resto del cuerpo.
Su tamaño no supera los 2 cm de longitud, pero su presencia es clave en los ecosistemas de bosque húmedo montano. Endémica de la vertiente occidental de la Cordillera Oriental, su distribución está limitada a fragmentos de bosque en los departamentos de Santander, Boyacá y Cundinamarca.
Esta especie es altamente especializada: sus hábitos terrestres, su desarrollo directo (los renacuajos se desarrollan en el interior del huevo) y su dependencia de microhábitats húmedos la hacen extremadamente sensible a cambios ambientales.
Además de su belleza y singularidad, esta rana posee compuestos tóxicos naturales en su piel que la protegen de depredadores, lo que ha despertado el interés científico por su potencial en estudios biomédicos. Sin embargo, su supervivencia está amenazada por la deforestación, el aislamiento de poblaciones y la pérdida de conectividad ecológica.